LA MASONERIA Y EL 11-M
SIETE MAESTROS MASONES

XII
LA IGNORANCIA

Hoy, 19 de marzo, es la festividad de Minerva, diosa del conocimiento y de la enseñanza.

Como Palas Atenea, su correspondencia griega, Minerva tiene por atributos la lanza, el casco y la égida.

Parecería contradictorio que una diosa como Minerva estuviera revestida de tales atributos, eminentemente guerreros, cuando su talento más excelso se desarrolla en las artes de la paz; en efecto, como Atenea, su primera acción es mostrar una rama de olivo a la ciudad de la que es protectora, como símbolo de la concordia y de hermandad, pero sobre todo, como símbolo de la unidad entre Cielo y Tierra. Y es que el rigor y la misericordia están en perfecta armonía en Minerva, lo que puede hacerse extensible a la transmisión del conocimiento tradicional.

Como deidades cósmicas poseen igualmente atributos de belleza, orden y pugna, pues esas son determinaciones propias del Cosmos, como su propia etimología nos recuerda. Pugna no es confrontación sino, muy al contrario, y en un sentido más elevado, permanente sustento del equilibrio de fuerzas disímiles: el imperio del Demiurgo se nos muestra en constante pugna; ese es su estatuto y su realidad.

El ser humano, siendo él mismo un microcosmos análogo al Cosmos participa igualmente de sus atributos, pero su característica como tal ser, dotado de una estructura ternaria y que no olvida que está constituido igualmente de espíritu, le hace poseedor de una cualidad que supera a las demás: precisamente la de trascender esa pugna, ese imperio del Demiurgo, hacia una realidad única y unitaria, hacia una realidad en donde la dualidad ha quedado resuelta en un centro, en un justo medio, en justicia, en definitiva.

El sentido de justicia conforma uno de los aspectos más significativos que nos confiera la iniciación; la justa medida es aplicable tanto a la intensidad del fuego que hace que nuestro athanor bulla, pero que no se queme ni se quede crudo su contenido, como al sentido de la beneficencia, que, para nosotros, administra un equilibrio entre el dar y el recibir; el sentido de la justicia masónica hace que cada uno reciba lo que necesita, no que cada uno reciba lo mismo.

Extrapolar este sentimiento al mundo profano no nos reportaría más que incomprensión y desprecio porque, justamente, el mundo profano tiende hacia un centro que es tal en relación con lo horizontal, habiendo perdido toda referencia al Cielo, o mejor, a la vertical que une Cielo y Tierra, verdadero eje motor del universo.

Por esta razón, la jerarquía de las ideas, que para nosotros aparece luminosa y nos ayuda a situarnos en equidistancia con respecto al cenit y al nadir, luego con referencia a todas las direcciones del espacio, es de inestimable ayuda para comprender al mundo y su esplendorosa armonía.

Hay que hacer el esfuerzo de no dejarse intimidar ni influenciar por el caos que reina al otro lado de las columnas; es un esfuerzo grande. Porque siendo hombres y mujeres libres, y de buenas costumbres, no podemos permitir que la ignorancia nos coarte esta libertad.

Lo que pasa en el mundo, en nuestro mundo, que no es más que la determinación del tiempo histórico que nos ha tocado vivir y la aplicación estricta de las leyes cósmicas que rigen el devenir en este Fin de Ciclo, es análogo a lo que ha pasado desde que la edad oscura empezó; sólo que no guardamos memoria, o no nos ha tocado vivirlo de cerca.

Hay multitud de ejemplos históricos, algunos de nuestra historia reciente, mucho más graves que lo que nos golpeó la semana pasada, que han sido perpetrados por el Occidente más rico y feliz.

A diario el mundo occidental, el de la televisión que divierte con basura e informa según conviene, es ajeno al asesinato de centenares de seres humanos, algunos, los más, cuando todavía no han conocido ni la adolescencia, víctimas del desdén y el desprecio, del odio y de la tiranía de estados occidentales igualmente terroristas.

El terror verdaderamente impío, que es la manifestación de una prepotencia impotente, proviene del poder establecido, sea cual fuese su color, pues el germen que genera el terror a veces lleva corbata, otras alpargatas, pero, en cualquier caso, su acción devastadora arrastra y aniquila sin remedio la buena voluntad.

Como decía Cornelio Agripa: "ha penetrado el olvido, madre de la ignorancia"; para nosotros, masones libres, el olvido significaría negar o perder justamente la posibilidad de la anámnesis, del "recuerdo" o, más exactamente, del "no-olvido"; sólo el Conocimiento cura contra esta ignorancia.

Desde siempre, los sabios han puesto la falsedad y la mentira en relación con la vanidad, desde Platón a Tomás de Aquino, llegando hasta René Guénon. Y es justamente la vanidad de la razón a la que se hace referencia, la de aquella razón que se explica a sí misma reinventándose constantemente en aras de autojustificar su propia debilidad, su propia impotencia, la que reina fuera de las columnas.

Por eso, bien podríamos decir que la locura del sistema moderno, con todo lo que ello pueda representar, es muy cuerda. La listeza del demonio le viene más por su vejez que por su naturaleza, como dice el refrán popular. Y es que Satán acumula ya mucha experiencia en este Fin de Ciclo.

Advertir que como masones nuestra responsabilidad debe operar en silencio y soledad es advertir la más alta de nuestras empresas. La pena, la compasión son sentimientos humanos frente a la barbaridad que supone el desprecio por la vida, no ya la vida del otro sino la vida en sentido pleno; esos sentimientos adquieren una fuerza arrebatadora cuando son "sentidos" por miles de personas, de manera que se genera una suerte de golem psicológico que se transmite rápida y brutalmente entre todos. Nosotros no podemos sentirnos arrebatados por él; se genera y se destruye solo; tiene apariencia de algo pero no es nada.

Sólo nos queda unirnos en fraternidad y formar la cadena de unión y ver cómo ese centro que todo lo puede regenera el mundo en cada instante y nos une a una cadena arquetípica más allá de esos tiempos oscuros que nos han tocado vivir.

 


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