RADIOS DE UN MISMO CENTRO * |
El paso de un hermano masón por los distintos cargos de una Logia durante los sucesivos cursos masónicos, le permite observar desde perspectivas distintas un mismo centro, conocerse con los ropajes que le otorgan las respectivas funciones, acceder mediante distintos soportes a espacios más internos; lo cual no debe verse como nuevas facetas que se añaden o superponen, sino al contrario, como claves para una visión cada vez más despojada, real y sintética de la Orden y de sí mismo. En verdad esta experiencia es comparable a lo que en la tradición hindú es el estudio de los darshana, que contemplan una única doctrina desde diferentes ángulos y que al mismo tiempo la reflejan desplegándola. A este respecto nos dice René Guénon:
De igual modo, en el Templo, cada hermano desde su periferia particular contempla el mismo centro, la meta perseguida es la misma: la obtención del Conocimiento, la cual además es la que alumbra cada punto de la circunferencia y le da su razón de ser. Y si hay tantos modos de comprensión, de encarnación de la Verdad última, como individuos, es que cada cual aporta en dicho acto de identificación su realidad irrepetible. Observado desde la manifestación, cada cual materializa el Principio con un perfil particular, característico, y el camino descendente trazado hasta este punto es el mismo que en sentido inverso deberá seguir de regreso al origen, mediante la memoria. Y en la medida que este recuerdo se hace efectivo, lo individual sin desaparecer deja de tener este relieve que el mundo le otorga, y cobra primacía lo que nos es común por lo más alto, es decir lo universal que nos confiere la verdadera originalidad, nos hace verdaderos masones, es decir hombres y mujeres libres, efectivizándose una fusión neta y no confusa. La espiritualización de la materia simultánea a la materialización del espíritu, expresión hermética que sintetiza la consumación de la Gran Obra, es una realidad cierta y reconocible desde el interior, por aquel que la experimenta, y aunque no sea demostrable, certificable desde el exterior, si que es conocida por cada hermano, como un secreto que se vivifica desde el ángulo que le otorga su cargo. Ahora bien el símbolo de la rueda que con tanta nitidez sintetiza este proceso, que el lenguaje expresa con dificultad, no consta de indefinidos radios sino que éstos se agrupan en un número significativo. Así los darshana, es decir puntos de vista de la doctrina hindú, se concretan en un número determinado, como también las tradiciones, concreciones espacio-temporales de la Tradición Primordial, y del mismo modo todas las expresiones de la unidad, que adopta un número distinto de radios para plasmarse según los niveles y aspectos bajo los que se contemple. En el caso que nos ocupa, los oficiales de la Logia, al igual que las sefiroth del Arbol de la Vida Cabalístico toman el número diez para expresarse, la totalidad comprendida dentro de la unidad. En el marco de la Logia cada oficial tiene una función específica que le distingue de los demás y que contribuye a mantener la armonía de la misma, la cual se vertebra ordenadamente, ya que como la numeración misma, los oficiales siguen una relación jerárquica, desde el número uno correspondiente al Ven.·. Maestro, hasta el número diez, el Hermano Guardatemplo. Jerarquía que se manifiesta en la Logia como en el cosmos entero, del cual ésta es un símbolo exacto, y que se expresa en todas sus interrelaciones y su organización. De aquí que pueda afirmarse que se trata de una Logia justa y perfecta. Entre el uno y el diez: tres la dirigen, cinco la iluminan y siete la hacen justa y perfecta. Jerarquía que viene expresada en el Templo a través de sus medidas y proporciones, de la distribución de los elementos simbólicos, también de la ordenación y secuencia de sus distintos rituales (de apertura y clausura de los trabajos, de iniciación y aumento de grado) y muy especialmente en las funciones de los oficiales, y lo que sus respectivos cargos simbolizan. Y aquí se ofrece a nuestra meditación la analogía existente entre estos dos pantáculos ("pequeño todo"); por un lado las diez sefiroth del Arbol de la Vida con la especial energía que cada una de ellas simboliza, y del otro los diez oficiales de la Logia. En varios tratados y manuales masónicos se proponen diferentes relaciones que hacen corresponder una sefirah a cada oficial; son aproximaciones todas ellas válidas, sin olvidar que dichas correspondencias no pueden ser nunca unívocas ni excluyentes. Bien al contrario, la meditación en todas ellas así como en otras que podamos vislumbrar, se complementan y enriquecen, produciendo lo que podemos denominar "chispas de conocimiento". Se abren vías distintas a las habituales, vías en apariencia extrañas por indefinibles, pero cercanas, familiares y que por no ser duales sino unitivas, resultan mucho más efectivas y certeras. Así por ejemplo, las Tres Luces, es decir el Ven.·. Maestro y los dos Vig.·., se corresponderían desde un punto de vista con las tres primeras sefiroth Kether, Hokhmah y Binah atendiendo a su primacía. Aunque si consideramos la situación física dentro del Templo, es decir presidiendo el Oriente y a ambos lados de la puerta del Templo en Occidente, más bien se relacionarían con Kether, Hod y Netsah respectivamente. También es sugerente asimilarlos al pilar del medio del Árbol de la Vida, y de este modo el Ven.·. Maestro, Kether, se sitúa en Olam ha Atsiluth, el Mundo de las Emanaciones, correspondiente al grado de maestro; el 1er. Vig.·., Tifereth, en Olam ha Beriyah, Mundo de la Creación, correspondiente al grado de compañero, de cuya instrucción es responsable; y el 2º Vig.·., Yesod, en Olam ha Yetsirah, Mundo de las Formaciones, correspondiente al grado de aprendiz y de cuya instrucción es igualmente responsable. También es un soporte para la meditación la clara analogía existente entre las columnas de Mediodía y Septentrión de la Logia con los pilares de la Gracia y el Rigor del Arbol Sefirótico. La aparente polaridad nos acerca a lo indivisible. ¿No son en última instancia el Azufre y el Mercurio alquímicos aproximaciones al equilibrio que representa la Sal? El movimiento centrípeto y el centrífugo nos hablan del no-movimiento. Todo el esquema del Arbol, su división en planos y columnas, es un instrumento didáctico que nos acerca a una realidad ajena a cualquier clasificación, a través de aparentes compartimentos somos impelidos, es decir recordamos la unidad indisoluble. Todos los espejos reflejan una única realidad. ¿Hasta qué punto un acto que parece riguroso es en realidad misericordioso, mientras que otro bajo la apariencia de la gracia puede transmitir todo su rigor? El Hermano Orador, que preside la columna del Mediodía, el pilar de la Gracia, es el encargado de velar por el cumplimiento de la Ley masónica. El Hermano Tesorero en el mismo eje, es el responsable de que todos los hermanos estén a plomo con el Tesoro de la Logia. Mientras que desde la columna de Septentrión, pilar del Rigor, el Hermano Hospitalario, depositario del Tronco de la Viuda, hace efectiva una de las virtudes masónicas por excelencia: la Caridad. Y así podríamos continuar contemplando relaciones entre los cargos, y las ideas-fuerza que cada sefirah transmite y sintetiza, atendiendo también a su analogía con las figuras geométricas, metales, planetas y arcanos del Tarot. Estas chispas a las que hemos aludido se producen en verdad en un espacio anterior al de la palabra, pero gracias a la Enseñanza que hemos recibido encuentran también la palabra para expresarse. Los símbolos no sólo despiertan sino que también vehiculan. Cada hermano, ocupe un cargo de oficial o no, desde su sitial ejercita la labor para la cual ha estado llamando a los trabajos: que a través de las palabras y los signos recuerde su origen. Todo en la Logia está sabiamente dispuesto para que perseverando recupere la unidad, y a través de ella lo que es anterior a la palabra y aún a cualquier destello, el silencio. |
NOTA | |
* | Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006. |
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