Se dice que es mediante la reiteración incesante del Nombre Divino
(o sea la Unidad) como ese Nombre impronunciable finalmente se realiza en el
interior de la conciencia de quien se abre a Él por la Voluntad del Gran
Arquitecto del Universo. |
Cosmogonía Masónica: Símbolo, Rito,
Iniciación, pág. 96. |
Para el aprendiz, la Iniciación es la penetración en el misterio más profundo. ¿Quién soy, de dónde vengo, a dónde voy? Preguntas que se hace todo aprendiz al comienzo del viaje por el laberinto de las transmutaciones materiales y psíquicas en búsqueda de su Origen e Identidad verdadera. Es un viaje hacia adentro, hacia lo oculto y escondido bajo todo el ropaje de la apariencia y la forma. Es la penetración en otra realidad, divina y sagrada, la toma de conciencia de su verdadera naturaleza; es la penetración en los misterios del No-Ser y del Ser, de la Sabiduría e Inteligencia Divinas, rayo fecundador del Espíritu, transmitiendo el Orden, por medio del Verbo divino, la Palabra a aquel o aquella que con amor y pasión se abre a que se Haga en él, y así, retornar a su morada divina, a su estado primordial recobrando la Memoria, en el Centro, imagen del Eje por donde ascenderá a la cima de la montaña Polar (lugar mítico y simbólico donde se produce la verdadera trans-formación) para morir a la plenitud del Ser, y no siendo, fundirse en la No Dualidad o Suprema Identidad. Estados todos de la conciencia. Y ¿cómo se opera esta realidad, esta toma de conciencia? Muy por encima del adepto mismo, pues es la Voluntad divina actuando en él. Se dice que la "palabra perdida" la tiene que des-cubrir cada quien en sí mismo y por sí mismo. Entrando en el "no tiempo" podrá escuchar el lenguaje silencioso que emana desde lo más profundo de su ser desplegándose y dándose a conocer, manifestándose a sí mismo. Es la Unidad que habita en el centro del corazón, el Atma, que inmanente se vuelve Presencia real dándose a conocer y conociéndose a través del hombre; la total identidad entre el sujeto y el objeto de conocimiento, revelándose a sí mismo en las múltiples formas simbólicas y niveles jerárquicos. Por eso se dice que esta vía es la Vía Simbólica, pues todo es un símbolo de otra cosa. El símbolo es fundamental, siendo el intermediario o mensajero, el vínculo o puente que transmite aquella realidad incomunicable por su propia naturaleza. El Conocimiento: la realidad sagrada, concéntrico y sintético, en sí mismo e instantáneo. Esencia donde reside la luz increada y de donde todo emana conformando las Ideas Arquetípicas que rigen el cosmos y el hombre, generando la Imagen y la Forma. El silencio sonoro que se expande emitiendo el sonido, la música, la palabra, a todos los confines de la creación, conformando un ritmo que obedece a esas leyes arquetípicas que rigen el cosmos en el tiempo y el espacio cíclico produciendo la Armonía Universal: el Rito ejemplar por excelencia. Esto le sucede siempre al adepto en lo más íntimo de su conciencia, pues está contenido dentro del Universo, es uno con Él y en Él, y por eso es que se reconoce a sí mismo. El hombre no puede conocer lo que le trasciende si no es gracias a eso que le trasciende, transmitido por la influencia espiritual que ilumina su inteligencia haciendo inteligible el Plan del Gran Arquitecto del Universo. Y por eso es uno con su respiración, uno con su ritmo, con su sonido y silencio, con su expansión y contracción, y uno en esa Unidad de donde nunca ha salido más que ilusoriamente. ¿Quién es quien conoce? Extraordinaria función la que le toca al hombre, ser centro del Universo y a su vez el sujeto a través del cual Él se conoce. Las ideas dan forma al adepto, fijan el orden y la ley. Y el hombre se reconoce en ese orden, que es ciertamente el Recuerdo, ya que no le es ajeno y sabe que eso es así por la intuición intelectual, cayéndose la venda que le impedía ver y des-cubriendo lo que estaba tapado, aquella "sorpresa" que yacía escondida bajo el velo, situada en el centro. La verdadera Naturaleza en todo su esplendor. Poderosas son las ideas-fuerza conducentes a las transmutaciones materiales y psíquicas que el adepto sufre, a tal punto que puede experimentar dolores físicos afectando la salud. Templar el fuego de la pasión es labor de alquimistas. Mantener el fuego en el justo equilibrio, ni tan fuerte que queme el recipiente ni tan suave que no disuelva lo denso de la materia a transformar. Por eso la importancia del descanso y la respiración: inhalar y exhalar, concentrar y disolver, contener y soltar. Los dioses se alimentan de la sangre del adepto que se sacrifica a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, según nos lo enseñan los mitos y es descuartizado, para luego re-unificarse, re-integrarse en lo verdadero y eterno. La consagración de la vida es un acto creativo. ¡Qué ignorantes somos los humanos, y qué alejados estamos de la Esencia verdadera! Gracias a la guía de la Doctrina, a la Enseñanza conservada en la Tradición Unánime y Primordial y vehiculada por el símbolo y el rito, y a los trabajos realizados en nuestros talleres, a la transmisión oral, la palabra fecunda, y a la vehiculación del libro, textos sagrados donde sabios, iniciados y comentaristas de todos los tiempos han legado a la humanidad la revelación del Verbo que a su vez les fue transmitida, convirtiéndose su lectura concentrada en un auténtico rito iniciático, es que el aprendiz va leyendo en el "libro de la Vida" y puede, así, construir su cuerpo luminoso despertando todas las potencialidades inherentes a sí. |
NOTA | |
* | Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006. |
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