Isaac Newton, Manuscrito sobre el Templo de Salomón, circa 1684 |
EL TEMPLO
DE SALOMON. Isaac Newton. Introd. de J. M. Sánchez Ron. Traducción
y estudio filológico C. Morano. Ed. Debate/CSIC, Madrid 1996. CV+140
pgs.
En su prólogo, J. M. S. R., con suma oportunidad, señala que el economista Lord Keynes llamaba a Newton el último de los magos. Efectivamente, el ilustre sabio que enunciara la famosísima ley de la gravedad universal fue un esoterista que veía en la naturaleza el Templo del Gran Arquitecto del Universo y por lo tanto al científico como un sacerdote que podría intervenir en los procesos del mundo y llevar hacia el Conocimiento y el Origen gracias a las pistas que el Creador había manifestado y al tiempo velado en su discurso criptogramático. De allí que en sus investigaciones Newton tocara temas bíblicos, pues consideraba al Libro un compendio de sabiduría revelada, pese a las corrupciones que había sufrido su texto, muchas de ellas perpetradas por la jerarquía religiosa romana; lo mismo cabe a sus investigaciones alquímicas a las que consagró grandes estudios y esfuerzos. En esto no se destacó especialmente Newton de los demás sabios de su época pues es sabido que la generación de científicos que fundara la ciencia moderna (Locke, Kepler, F. Bacon, Robert Boyle, etc. etc.) investigaba en ese mismo sentido y daba tal vez más importancia a los estudios bíblico-teológicos, e incluso a la Historia Sagrada, como es el caso, que a los temas exclusivamente científicos o mecánicos (física, química, matemáticas, óptica, etc.), aunque en rigor de verdad, estos temas no fueron nunca separados, pues se trataban sin ninguna diferencia entre sí, tanto lo sagrado como lo profano, lo cual se comprueba con facilidad cuando se coteja el contenido de la biblioteca del propio Newton (John Harrison, The Library of Isaac Newton, Cambridge Univ. Press 1978) o de alguna otra con la que trabajó (la privada de Isaac Barrow, las públicas de Cambridge). "¿Por qué le llamo mago?", -se preguntaba Keynes- "Porque contemplaba el Universo y todo lo que en él se contiene como un enigma, como un secreto que podía leerse aplicando el pensamiento puro a cierta evidencia, a ciertos indicios místicos que Dios había diseminado por el mundo para permitir una especie de búsqueda del tesoro filosófico a la hermandad esotérica." (pgs. XI y XII, intr.) En ese sentido el sabio inglés prestó especial atención a las historias bíblicas, como ya señalamos, a las que se refirió varias veces y a las que juzgaba las más antiguas con respecto a las griegas -y aún a las caldeas- con indudable erudición y gran acopio de información de todo tipo, tomada de los estudios más conspicuos de su lugar y época. Debemos aclarar que no utilizó sólo la Historia Bíblica (incluso el Apocalipsis) como única fuente de sus estudios históricos, sino también a Flavio Josefo, Filón de Alejandría, los mitos griegos, etc. y que consideraba que la posición de las estrellas en las constelaciones del zodíaco dada en descripciones de la guerra de Troya, y de la misión de Jasón y los argonautas en busca del Vellocino de Oro (a la que situaba en 937 a. C.), por ejemplo, fijaban una pauta en el espacio y el tiempo, adelantándose así tanto a los arqueólogos que posteriormente descubrieron ciudades antiguas de las que había descripciones "míticas", como a la moderna ciencia de la Arqueoastronomía, que fija fechas de sitios -inclusive grandes conjuntos- en relación al estudio del cielo de la época en que fueron edificados. En un manuscrito suyo titulado The original of religions puede leerse (ya citado en nuestro artículo, pág. 38): "De manera que era propósito de la primera institución de la religión verdadera en Egipto proponer a la humanidad, mediante la estructura de los antiguos templos, el estudio de la estructura del mundo como el verdadero Templo del gran Dios al que adoraban." Y este es el propósito de la investigación de Newton centrada en el Templo de Salomón, que nos desvela este sorprendente y fascinante trabajo, editado con toda oportunidad y reconfortante erudición por Ciriaca Morano y que recomendamos a nuestros lectores. F. G. |
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