EL SOSLTICIO DE VERANO [*]
SIETE MAESTROS MASONES

Los solsticios –de sol stare [o status], el sol se detiene– marcan los dos momentos del año en los que el sol parece detenerse en un punto fijo de su órbita, para a continuación reiniciar su marcha en sentido inverso. Estos momentos de inmovilidad abren las puertas que permiten acceder a otros estados de ser; así el solsticio de invierno abre la puerta de salida de la "caverna cósmica", mientras el solsticio de verano abre una puerta que es simultáneamente de entrada y salida.

El solsticio de verano, momento que señala el inicio de la fase descendente del ciclo anual y que está presidido por San Juan Bautista, "el que debe menguar", se relaciona con la iniciación a los "misterios menores" y con la entrada en la "caverna cósmica".

Esto, en la Masonería, está simbolizado con la iniciación del profano, el cual, tras haber sido introducido en el Gabinete de Reflexión, es conducido a través de un laberinto subterráneo hasta la entrada al Templo, símbolo del cosmos, y en el que tras superar las sucesivas pruebas de purificación, nacerá a un nuevo estado, muriendo así al mundo profano. Se trata del segundo nacimiento o regeneración psíquica.

La Masonería celebra esta fecha con un Agape ritual, el cual consiste en una operación iniciática cuyo objeto es transformar el alimento material en alimento espiritual. El masón, formando parte de los tres mundos, mediante la asimilación consciente de los alimentos que los simbolizan, se hace parte de la Naturaleza, y por su participación activa en el rito y a través del rito promueve la Obra de regeneración de la Naturaleza y la suya propia.

Ahora bien, si la finalidad de la iniciación es la "salida del cosmos", y esa posibilidad está simbolizada por el solsticio de invierno, ¿qué significado tiene para el iniciado masón el solsticio de verano?

En Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XXXV, dice el hermano René Guénon:

La 'caverna cósmica' está considerada aquí como lugar de manifestación del ser: después de haberse manifestado en ella en cierto estado, por ejemplo en el estado humano, dicho ser, según el grado espiritual al que haya llegado, saldrá por una u otra de las dos puertas. En el caso del pitri-yana, deberá volver a otro estado de manifestación, lo que conllevará una nueva entrada en la 'caverna cósmica'.

El término pitri-yana, en sánscrito, se refiere precisamente a la "Vía de los Antepasados", que es uno de los nombres que se da a la puerta que abre el solsticio de verano. Es decir, que el solsticio de verano posibilita una salida y una entrada simultánea a la "caverna cósmica", si bien en un grado superior, como si se tratara, geométricamente descrito, del ascenso por una espiral, y si bien el nuevo estado no dejará de ser un estado individual y sometido a las leyes del mundo contingente en mayor o menor medida, también es cierto que supone un grado más en el camino vertical de ascenso hacia esa puerta situada en la sumidad del cosmos, y que equivale a la "clave de bóveda" en el simbolismo constructivo. Citaremos nuevamente a Guénon:

… como cada ciclo es en realidad un estado de existencia, la forma antigua que abandona un ser no liberado de la individualidad, y la forma nueva que reviste pertenecen forzosamente a dos estados diferentes (…), pues ningún ser puede pasar dos veces por el mismo estado.[1]

La celebración ritual del solsticio de verano reactualiza, haciéndola presente, la iniciación que en su día recibió el masón, y que marcó en su propio ciclo vital individual su íntimo solsticio estival y su entrada en aquella "cueva cósmica" en la que recibió la Luz. Actualización que por otro lado se reitera ritualmente cada vez que se abren los trabajos en Logia a "Mediodía en punto".

La Logia, ya lo sabemos, es un símbolo del cosmos, y en ella, presente en los símbolos que la decoran y en los ritos que se ejecutan, se desarrolla todo el proceso cósmico de la Creación, lo que incluye naturalmente los procesos astronómicos, que a su vez no son sino el símbolo de otras realidades de orden superior. De ahí la importancia no sólo de participar, sino de hacerlo activamente en el ritual del solsticio, con plena consciencia –en la medida que a cada cual le alcance comprender– del simbolismo implícito en él, pues sólo esa comprensión nos permitirá identificarnos con el rito y trascenderlo, haciéndolo en el grado que corresponda a nuestra propia consciencia y accediendo a grados superiores de la misma, o lo que es igual, accediendo a otros estados de ser.

En cuanto al signo de Cáncer, regente del solsticio estival, es significativo observar cómo éste simboliza las aguas y el arca que flota sobre ellas; arca en cuyo interior se encuentran las semillas o gérmenes cuyo desarrollo será posible en el ciclo siguiente[2]. Esas semillas, desde el punto de vista espiritual, hacen alusión a la posibilidad de realizar en el nuevo ciclo la efectivización de los "misterios menores", lo que permitirá el acceso a la "Vía de los Dioses" y la iniciación en los "misterios mayores".

Sea como fuere, no debemos olvidar que en el ritual de Agape se invoca la ayuda del Gran Arquitecto del Universo para abrir las puertas solsticiales, ya que no es ni será por nuestros méritos propios, sino por Su Voluntad y Su Misericordia hacia nosotros, que podremos efectivizar la iniciación recibida en el grado que a cada cual le corresponda hacerlo.

NOTAS
[*]  Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: La Logia Viva, Simbolismo y Masonería, publicado por Ed. Obelisco, Barcelona, julio 2006.
[1] El hombre y su devenir según el Vedanta. Eds. CS, Buenos Aires 1990. Cap. XXI.
[2] Ver a este respecto también "El jeroglífico de Cáncer", cap. XIX de los Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.
 


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