En 1992 apareció en la editorial Obelisco de Barcelona la obra "Símbolo, Rito, Iniciación", firmada por Siete Maestros Masones, fruto del trabajo de buril de logias ligadas a los colaboradores habituales de SYMBOLOS. Los que se presentan a continuación son igualmente escritos leídos en Logia, y constituyen un testimonio de los trabajos de un Taller en activo; la lectura de esos "trazados", o "planchas grabadas" o "buriladas" por los Hermanos se ubica en el orden del día de los Trabajos de una Tenida. En esta ocasión queremos reproducir una selección de las planchas de nuevos maestros no incluidos en la publicación mencionada anteriormente que participan de modo activo en la constante recreación de la Obra Constructiva del Gran Arquitecto del Universo.  

Aunque todas comienzan con la expresión "A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo. Libertad, Igualdad, Fraternidad. Venerable Maestro, Queridos Hermanos", lo indicamos sólo al comienzo para evitar repeticiones innecesarias. Se han conservado los títulos o encabezados en las que así consta.  
 

A. L. G. D. G. A. D. U. 
L. I. F. 

V. M., QQ. HH.:  
Ayer, 2 de Febrero, la liturgia cristiana celebró la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, cuarenta y cinco (4 + 5 = 9) días después de su nacimiento el 25 de Diciembre. Se inicia así el mes de las purificaciones (Febrero) celebrado tanto por los ritos paganos como por los católicos. Esta purificación viene simbolizada también por la bendición y encendido de las candelas (el 2 de Febrero es llamado la Candelaria), que simboliza por una parte el fuego vital que aparece en la naturaleza y anuncia la venida de la renovación cíclica del cosmos con la primavera, y por otra al Cristo mismo, luz del mundo anunciadora de la "vida nueva", hecho éste ejemplificado y ritualizado mediante el bautismo.  

No es por casualidad también que hoy mismo, 3 de Febrero, se consagra el Tabernáculo de David, padre del Rey Salomón, el constructor del templo de Jerusalén, imagen arquetípica de nuestro Templo. Este hecho es análogo al anterior, ejemplificando en la muerte del Rey David y el coronamiento de Salomón esta renovación cíclica y transmisión de "sangre nueva" e inicio de un ciclo nuevo. Podemos ver en la subida al trono del Rey Salomón un "bautismo llevado a cabo por su padre David quien, después de este rito iniciático, muere.  

Todo ello, al obedecer a leyes cósmicas que se desarrollan muy a pesar del cosmos mismo, tiene su efecto en el hombre, quien en su camino iniciático pasa a través de sucesivas muertes y nacimientos, ritualizando y efectivizando así en su persona, el orden cíclico que signa todo proceso de manifestación.  

Pero esta muerte no tiene, como en la Pascua, un carácter sacrificial. Se refiere a un cambio cíclico, dejando atrás el "año viejo" y encendiendo el fuego del "año nuevo". Es una iniciación en el más claro sentido del término: el "hombre viejo" (el nacido al mundo sensible) se transforma en "hombre nuevo" (el nacido al mundo espiritual) y a partir de aquí empieza el camino a través del año (el camino redondo). Así el hombre ordena y se ordena con respecto a la Norma.  

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Elección de nombre simbólico  
Escribe el maestro René Guénon en Aperçus sur l'Initiation que es consecuencia lógica inmediata de la iniciación, en tanto que segundo nacimiento, que "el iniciado reciba un nombre nuevo, diferente de su nombre profano; y ello no consiste en una simple formalidad, puesto que este nombre debe corresponder a una modalidad igualmente diferente de su ser, cuya realización se hace posible por la acción de la influencia espiritual transmitida por la iniciación" (cap. XXVII). Designar a un miembro de una organización iniciática por su nombre profano "será tachado de falsedad, poco más o menos como lo sería la confusión entre un actor y un personaje del que desempeña el papel, cuyo nombre se aplicase a aquél obstinadamente en todas las circunstancias de su existencia" (ibid).  

En el Programa Agartha se nos dice que nombrar es dar existencia inteligible a las cosas, rescatando de ellas su identidad, su cualidad y su sentido más noble y universal. Esta facultad, que ejercemos al pronunciar un nombre simbólico, está otorgada por Dios y se vincula a la intuición espiritual. Con el nombre se atribuye función y destino al ser nombrado.  

Siendo así, os ruego, QQ. HH., que queráis nombrarme H. Ermitaño a partir de ahora. El Ermitaño representado en la novena carta del Tarot anda en las tinieblas con la débil luz de un farol en la mano. Se diría que va en busca de la verdadera luz, al igual que todos los que hemos solicitado ser recibidos masones; su imagen proyecta en nosotros el recuerdo de que "no somos realmente masones hasta el día en que nuestro espíritu se ha abierto a la inteligencia de los misterios de la Masonería" (Ritual del primer grado simbólico). Como masón, mi destino no es otro que posibilitar la iluminación efectiva de mi corazón.  

Nombrándome así, me estaréis llamando 9. Es el número de la circunferencia, cuyos puntos indefinidos no pueden existir más que a partir del centro, del cual son su reflejo aparente, y al cual deben retornar al concluir el ciclo. 9 es 32 ó 3 x 3; contiene pues, al número del Aprendiz, sobre el cual la Triunidad principial actúa y al cual eleva sosteniéndolo, como el báculo al Ermitaño.  

El Ermitaño es símbolo de la interioridad, de los conocimientos ocultos, de la iluminación y la sabiduría, de la paciencia, de la perseverancia, del acallamiento de las pasiones; en definitiva, de lo que está en nosotros virtualmente.  

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El mazo y el cincel  
La piedra bruta, imagen de la materia prima indiferenciada y del caos de los estados inferiores, es símbolo del grado de Aprendiz. Sobre esta piedra bruta, que bien podemos entender como el Aprendiz mismo, se emprenderá el camino de la Gran Obra.  

En nuestra Orden dos son las herramientas que han sido legadas para acometer en este grado la tarea; el mazo y el cincel.  

El Mazo representa la voluntad con la que el Aprendiz golpeará y expulsará todos los aspectos psicológicos que han formado su personalidad individual: sueños, emociones, cargas, apegos, ilusiones, deben ser transformados en Voluntad Universal. Es la fuerza y la energía del Mazo la que golpea todos estos aspectos individuales en un ejercicio de certeza y de rigor.  

El Cincel representa a la Inteligencia con la que el Aprendiz, una vez golpeadas sus asperezas individuales, empieza a moldear la piedra bruta, a través del discernimiento que separará lo sutil de lo denso y a dirigir con inteligencia la decisión de la voluntad.  

El Mazo y el Cincel operan conjunta y simultáneamente en la piedra bruta.  

El Mazo expulsa con voluntad y fuerza de la piedra las cuestiones individuales y el Cincel reintegra con discernimiento y belleza las cuestiones universales.  

El desbastado y pulimento de la piedra bruta y la meditación permanente de este gesto simbólico, liberará al Aprendiz de sus ataduras individuales y psíquicas, y le conferirá más allá de los sueños la posibilidad de insertarse en una realidad de orden universal, la de real mediador entre cielo y tierra.  

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La plomada y el nivel   
Pudiera parecer en un primer acercamiento que estos elementos constructivos de tanta importancia en Masonería son sólo especificaciones a un nivel literal de unos símbolos de orden más elevado, la vertical y la horizontal, de los cuales derivan y a los que se vienen a superponer desde fuera, llegando incluso a enmascarar su imagen sintética.  

Esto no es así. La simbólica estudia los diferentes símbolos, al mismo tiempo que observa su interacción y complementariedad; dichas relaciones conforman grupos o familias dentro de las cuales cada símbolo centra la atención en un aspecto determinado, arrojando luz sobre los demás.  

En el caso de la vertical, la idea de axis o eje se ve enriquecida desde distintos ángulos. La escalera pone énfasis en la movilidad de energías, el descenso del flujo espiritual y el ascenso a través de los distintos estados del ser. La columna nos habla del soporte necesario para el sostenimiento del edificio, de la unión entre lo alto y lo bajo. El árbol lo hace de la jerarquía, plasmada en sus distintas partes: raíz, tronco y copa. La espada y la lanza, desde una perspectiva guerrera redundan en la imagen masculina de la acción esencial sobre la pasividad substancial. Todos ellos ven en la vertical, lo espiritual y celeste. Lo mismo ocurre por otro lado con los símbolos que bajo diferentes prismas, nos hablan de la horizontal como lo material y terrestre.  

Esta riqueza de imágenes y vínculos propicia el despertar, en quien los contempla, de la parcela afín dentro de sí, por identificación entre el conocedor y lo conocido. Es precisamente con el reconocimiento de estas chispas o luces que se va configurando el itinerario de la periferia al centro; vía que cada cual va trazando al mismo tiempo que la sigue, diseñada por él y para él, y que siendo diferente a todas las demás –sobre todo al comienzo cuando elige las voces que parecen hablarle desde más cerca– se van haciendo progresivamente más próximas dado que conducen a un mismo fin.  

Dicho esto conviene subrayar que estas correspondencias y analogías no deben confundirse con análisis detallados ni desembocar en sistema alguno, lo que aquí se contempla es algo vivo, la misma vida y no su fijación caricaturesca. Estamos demasiado acostumbrados a estancar lo que fluye, a compartimentar y fosilizar, haciéndonos impermeables a la verdadera naturaleza de las cosas y a su mensaje.  

Toda imagen simbólica en última instancia puede asimilarse a la figura geométrica que representa, o lo que es lo mismo a un número, y a partir de éste a la unidad, de donde procede y desde la cual toda división, incluso la de la primera polaridad, es ilusoria. Pero esta verdad de orden metafísico, que considera al Principio desde el Principio mismo, no excluye que desde la manifestación todo símbolo tenga su razón de ser en cada plano de lectura y concretamente en el que se materializa, donde a través de los sentidos percibimos su carácter singular y comienza el mágico recorrido antes aludido.  

En el caso de la plomada y el nivel es a través del rito constructivo, fundamento de nuestra Orden, que la vertical y la horizontal se ofrecen para la meditación.  

La plomada o perpendicular consiste en una pieza de plomo que pende al final de un hilo, y aprovechando la fuerza de la gravedad marca la línea vertical. La tensión entre ambos extremos refleja la teoría hindú de los tres "gunas", cualidades esenciales presentes en todos los seres; aquí "tamas" viene expresado por el plomo, el más pesado de los metales, y su tendencia descendente hacia los estados inferiores. En oposición "sattwa" nos muestra la dirección a través de la cual el plomo, mediante sucesivas transmutaciones está llamado a ascender hasta su definitiva conversión en oro. La proyección de ese eje dentro de sí, da al iniciado la noción de rectitud y le permite rescatar el verdadero sentido de palabras como integridad, nobleza o virilidad, que en nuestros días se han vuelto insignificantes, o lo que es peor se entienden como algo externo, ligado a determinadas formas que encubren lo opuesto de lo que aparentan y tienen por tanto la marca de la falsedad. La auténtica virilidad es pues interna y se refiere a lo espiritual. Cuando un profano solicita su ingreso en la Masonería debe ser antes "aplomado", operación análoga a la que cada masón efectúa a cada momento consigo mismo, observando la distancia existente entre su centro y el centro del estado de ser; su libertad vendrá expresada por saber alejar las fuerzas centrífugas que le llevan a la dispersión y a la identificación con lo que deviene, y por un saberse sumar a las energías que le remiten al centro, la Unidad entera y sin par.  

En la Logia, el 2º V. gobierna por la plomada y es el responsable directo de la instrucción de los HH. Aprendices, es pues desde los mismos cimientos que la construcción del Templo debe elevarse con rectitud, sin una base perfectamente orientada hacia lo más alto no hay crecimiento posible. El 1er. V. gobierna por el nivel y es el responsable directo de la instrucción de los HH. Compañeros. En este grado, el iniciado, pasando de la perpendicular al nivel, expresa su realización a partir del conocimiento de la actividad celeste, es decir que puede plasmar en la horizontal de su acción vital, "rajas" en la tradición hindú, la vertical intuida.  

El nivel es en realidad una plomada suspendida del vértice de una estructura. Su función es marcar la horizontal, pero para ello es preciso que la vertical cruce el punto medio de su base, es decir el nivel no sólo presupone la plomada, sino que la contiene y es su resultado. Es imposible saber si una recta es realmente horizontal por ella misma, puede parecerlo y estar sin embargo sesgada, inclinada hacia cualquier aspecto o tendencia particular; la única forma de verificar su horizontalidad es comprobando que la plomada la atraviesa por su punto medio, es decir por su centro, fecundándola y haciéndola por tanto generosa y bella, reflejo de la Verdad.  

El masón se expresará pues siendo consciente del eje que le anima, aspirando a realizar la unión de ambos instrumentos, síntesis que de hecho sólo realiza la escuadra perfecta, atributo del V. M., centro crístico de la cruz donde se resuelven las expresiones y las tensiones, morada de la Paz y el Silencio.  

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Primavera y Pascua  
Asistimos estos días al nacimiento de la primavera, plenitud y exhuberancia de las formas, florecimiento y derroche de luz. En la antigua Grecia, tras el equinoccio se rendía culto a Dionisos y los iniciados se abandonaban, como la naturaleza misma, a una jubilosa embriaguez, la cual era considerada como un estado de auténtica posesión divina.  

Esto contrasta radicalmente con la oscuridad y aparente lugubrez de la Semana Santa cristiana, su dramatismo y temporal abatimiento nos recuerdan las tinieblas que cubren necesariamente cualquier cambio de estado.  

El masón reconoce en ambos extremos la Vía, contempla su complementariedad viendo en la pasión concentrada en un punto de máxima contradicción, el reposo, y en la muerte una expansión gozosa.  

La pascua, "el paso", nos enseña el estrecho y a la vez inmensamente libre sendero del Amor. La plenitud y la extinción son una misma cosa. Los misterios de la vida, la muerte y la Resurrección un único misterio.  

Pascua quiere decir "pasaje o tránsito" en hebreo, y es innegable la resonancia simbólica que estas palabras tienen para nosotros, pues aluden claramente a la idea de pasar o ir de un lugar a otro, que es el sentido que también tiene la iniciación, concebida como paso o peregrinación de las "tinieblas a la luz", o de la ignorancia de los principios y sus leyes universales al conocimiento y conformidad a ellos. Esta idea también está presente en la masonería, y los distintos grados iniciáticos que conforman su estructura poseen "palabras de paso", gracias a las cuales y del conocimiento de lo que ellas significan, podemos ir "haciendo nuevos progresos" en la orden, los que han de coincidir necesariamente con nuestra propia realización interior.  

En las tradiciones judía y cristiana, tan presentes en la masonería, la pascua constituye el rito por excelencia de la "renovación", tanto en lo que se refiere al ciclo anual y cósmico (pues coincide con el equinoccio de Primavera y por tanto con la regeneración de toda la naturaleza), como al espiritual, pues dicha "renovación" no es otra cosa que el "paso" de un estado condicionado a otro verdaderamente libre e incondicionado. Y esto se vive a diferentes niveles de uno mismo durante el proceso iniciático (sometido a las "disoluciones" y "coagulaciones" alquímicas), pero siempre el resultado de ese "pasaje" representará la liberación de ciertos condicionamientos y limitaciones, hasta que se logre finalmente realizar la Unidad, y con ella la Liberación total y permanente.  

Por eso es importante, Queridos Hermanos, que nuestra Logia celebre esta noche la memoria del rito Pascual, y que además ello coincida en unos momentos en que la propia Logia está también en un proceso de "pasaje" y de "renovación", al haberse cumplido un ciclo de ella misma y estar abriéndose otro en el que nuevas posibilidades deberán ser manifestadas y desarrolladas, siempre en el Nombre y a la Gloria del Sumo Arquitecto, lo que la hará progresar (y con ella a todos nosotros) en las "vías que nos han sido trazadas". Sólo así la Logia será un refugio en el que los Hermanos realizan sus trabajos y estudios "a cubierto" del mundo profano, amparados en las ideas que la Tradición nos transmite a través de los símbolos y los ritos, y viviendo realmente lo que significa la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, que es, por cierto, mucho más que la simple "camaradería". Y para ello es fundamental que cada uno sepa "el lugar y el sitio que le corresponde", pues será a partir de ahí que la Logia reflejará verdaderamente la armonía del orden cósmico, reflejo a su vez de la Belleza, la Inteligencia y la Sabiduría del Gran Arquitecto del Universo.  

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Más sobre la Pascua  
Pascua, en hebreo Pesah, significa "pasar más allá". El pueblo hebreo había heredado de los pueb los nómadas el rito de la pascua, mediante el cual se actualizaba la renovación cíclica del cosmos y la partida de los rebaños hacia los pastos de verano el día siguiente al plenilunio del primer mes lunar después del equinoccio de primavera. Los primogénitos del rebaño eran inmolados esa misma noche y su sangre esparcida sobre las cabañas, como acto de purificación y salvaguarda contra los peligros que amenazaban a la comunidad. Después en comida ritual se ingería la carne de los corderos y se danzaba saltando ritualmente como figuración del "pasar más allá". Era una fiesta pues de "tránsito" y consiguientemente de renovación cíclica del cosmos.  

Fue, coincidiendo con la fiesta de la pesah , que el pueblo elegido de Dios, abandonó, por mandato de Éste, Egipto. El acontecimiento se relata en el Exodo con el anuncio de la décima plaga que sufrirá el pueblo de Egipto como sigue:  

"Dijo YHVH a Moisés y Aarón en el país de Egipto: Este mes será para vosotros el comienzo de los meses (...) el día diez de este mes tomará cada uno para sí una res de ganado menor (...) el animal será sin defecto, macho, de un año (...) lo guardaréis hasta el día catorce de este mes y toda la asamblea de la comunidad de los israelitas lo inmolará entre dos luces. Luego tomarán la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de la casa donde lo coman. En aquella misma noche tomarán la carne. La comerán asada, al fuego, con ázimos y con hierbas amargas (...) no dejaréis nada para mañana, lo que sobre al amanecer lo quemaréis (...) así lo habréis de comer: ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies y el bastón en vuestras manos; y lo comeréis de prisa. Es pascua de YHVH. Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto (...) la sangre será vuestra señal en las casas donde moráis, cuando yo vea la sangre pasaré de largo entre vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora (...) este será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de YHVH de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre."  

YHVH hizo caer la décima plaga sobre Egipto al permitir así la salvación del pueblo de Israel en ocasión de la Pesah. Asimismo Cristo murió en ocasión de la Pesah. La Pascua judía preparaba así la Pascua Cristiana: Cristo, Cordero de Dios, es inmolado en la Cruz y comido en la Cena en la Pascua Judía, lo que es la Semana Santa. Trae así la salvación del mundo (su renovación cíclica), y este acto de redención se convierte en el centro de la liturgia cristiana y se torna en el dogma fundamental de la fe. Al igual que los corderos inmolados en sacrificio, a los cuales no se les debía quebrantar ningún hueso, sólo fue herido, y de la herida brotó sangre y agua, cumpliéndose así las escrituras y la palabra de YHVH, como relata el Bautista quien también dice "He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita los pecados del mundo."  

Pero a diferencia del cordero hebreo el Cordero de Dios, sacrificado en la Pascua Cristiana, resucita de la muerte y trae consigo la salvación del mundo: Cristo es el maná: "... el pan de Dios que baja del cielo y da la vida al mundo"; es agua: "...quien tenga sed que venga a mí y beba"; es luz: "...yo soy la luz del mundo"; es vida, camino y verdad: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre si no es por medio de Mí". Recordemos que un Cordero se asienta en el centro de la Jerusalén Celeste y que en el Apocalipsis a Cristo se le designa siempre como el Cordero que con su sangre cumple la función salvadora. La acción del Cordero es pues solar, y luminosa y es asimilado por Guénon al dios védico del fuego Agni.  

Pasión, muerte y resurrección son los estados sucesivos y a la vez simultáneos del camino iniciático. Con el sacrificio se re-crea el mundo, en virtud de que sacrificado y sacrificador se identifican entre sí y con el acto mismo del sacrificio. La sangre que surge del cuerpo sacrificado fecunda la tierra, que podríamos ver aquí como el corazón. Todos los mitos que hablan de un sacrificio en virtud del cual se re-crea el mundo, como el mito de Atis entre los latinos, el de Adonis entre los griegos, el de Tammuz en la tradición de Oriente Medio, llamado el "Universalmente grande" y muchos otros hacen surgir de la tierra fecundada por la sangre un dios de finita perfección que a su vez es sacrificado y retornado así a la unidad primordial. En los mitos este sacrificio toma forma de una castración de la parte viril de una diosa hermafrodita, como Cibeles en el mito de Atis que al ser castrada por Dionisios por orden del Olimpo emanó un chorro de sangre que fecundó la tierra de donde brotó una granada que al posarse sobre el regazo de Nana la fecundó, y de esta milagrosa concepción nació Atis, un ser de extraordinaria belleza que se castró en un ataque de locura provocado por Cibeles retornando así a la Unidad primordial de la cual había salido. La castración simboliza el dominio del mundo yetsirático por Atsiluth cuya sangre fecunda Asiyah para que renazca o se renueve cíclicamente lo manifestado. Pero todo ello no sería posible sin la "voluntad divina", designada en los mitos como "voluntad del mundo olímpico" y en la Biblia en el sentido de que Cristo vino a la tierra a cumplir la profecía, las Santas Escrituras, lo revelado por Dios, Su Ley. En el esoterismo hindú este hecho es relatado mediante el sacrificio de Purusha por los Devas que no son otra cosa que partes de él mismo. Es pues un auto-sacrificio; Cristo va voluntariamente a la pasión y muerte porque en él coinciden sacrificador y sacrificio pues es propio del Avatar descender al orden de lo manifestado, asumir la forma humana y mediante sacrificio restaurar el orden cíclico.  

La Pascua celebra pues el misterio de la Redención en sus dos aspectos, muerte y resurrección. La muerte pascual la vive cíclicamente todo iniciado y forma parte de la simultaneidad en que acontecen los diferentes estados del ser.  

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Algunas consideraciones que dependen de los "tres vértices del triángulo iniciático"  
La fe, la esperanza y la caridad no son virtudes humanas. Son divinas, dones del Espíritu Santo, por eso son "teologales", o sea, que tienen que ver con el conocimiento de la Deidad, directo o indirecto.  

El orgullo, que por coagulante es individualizante, o viceversa, no puede acceder a ello, al referirse al cuadrado, o aún al cubo, pues éstos son limitativos respecto al círculo o a la esfera en lo tridimen sional, siendo que, en lo no extenso, el centro es al contrario lo que contiene todas las partes, o todas las extensiones de él mismo, que están incluidas en él y que no son, si se quiere, sino las prolongaciones de su reducción a una imagen por la mente refleja e individual.  

No obstante, esa realidad a escuadra es la afirmación de una realidad que siempre coincide con otra tan sólo simbólicamente en un punto, que no es ni una ni otra, y que por tanto es y no es un punto, o que cuando pertenece a la verticalidad efectiva es porque ha reducido a sí toda la extensión horizontal que procede de su reflejo dual.  

La libertad. Este es el estado natural (o primordial) humano.  

Todo lo que hace un pueblo tradicional es para ganar, conservar o mantener, su libertad, o sea, la libertad de los que (y de cada cual que) constituyen ese pueblo. Los que poseen mayor grado de libertad son los metafísicos, o sea, los realizados espiritualmente, por el conocimiento efectivo de la Identidad Principial y metafísica, o sea por el conocimiento de la Totalidad, o sea del Todo, de la Posibilidad Universal, o Infinito, lo No-finito. Lo que nunca pasará, ni cambiará de forma, porque no depende del tiempo y no posee forma, lo que no impide su revelación, ya que al contrario ésta es la que (o lo que) constituye el Mundo o Cosmos Arquetípico.  

En ese caso el No Ser es más que el ser. Todo es mejor en tanto que No Ser, es más perfecto. El Ser es una de sus posibilidades, o aspectos. Fundamental, pues es a través de El que se ordena, o es, el Cosmos. El que no es sólo el producto de una afirmación 'positiva' sino el de asimismo una posibilidad 'negativa'.  

El Ser, como Verbo, "que es Palabra en lo 'exterior' y Pensamiento en lo 'interior' " es formulación de sí mismo, o sea él mismo revelándose, es decir explicitándose y ocultándose, simultáneamente 'siendo' y 'no siendo', como el propio sol manifiesta, y también verdaderamente todos los planetas, o estrellas, luces directas del Logos. Cada una con cuatro planos de lectura, sin confusión.  

El símbolo de la cruz (vertical-horizontal) es entonces íntegramente universal, y el símbolo del mundo, no el de la primera forma, que es el ternario, (o aún el binario devuelto a la unidad, de la que no ha salido), o sea la 'Inteligencia' universal. La Inteligencia como principio, reconocida o no reconocida, señalada o no, en el testimonio secreto del espíritu, o del alma del iniciado.  

Por lo que el rito es una audición, y es por eso que es un rito, o un símbolo en acción. Una realidad sólo conocida por Aquél que la ha inventado. Por "el que se inventa a sí-mismo: Dios". 

 
Pentalfa pitagórico
 
 
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