LA MASONERIA Y EL 11-M
SIETE MAESTROS MASONES

VI
LOS ANALES DEL FIN DE CICLO

Los recientes acontecimientos que han convulsionado el país donde habitamos repercuten directamente en la vida de nuestra Logia, pues en tanto que símbolo vivo del Ser Universal no podría dejar de manifestar en su seno el gran drama cósmico, expresado por el tenso equilibrio de los estados más sublimes, gráciles y etéreos con los más groseros, materializados e inferiores.

En el ejercicio de la misión luminosa que como iniciados en los misterios y conocedores de la doctrina de los ciclos cósmicos nos compete, debemos no solamente ser testigos de la acción del Principio o de la incidencia de la vertical sobre el plano horizontal, sino también intérpretes y actores de esta magna escenificación que repercute en todos los mundos, y aún en los más concretos, aunque éstos deban ser encarados siempre de forma secundaria y derivados de realidades superiores.

En Occidente, nuestra escuela de pensamiento es la única capacitada para leer y descifrar dichos signos, así como, y principalmente, para custodiar y asegurar la conservación del legado tradicional hasta el fin de este tiempo, posibilitando de este modo la transferencia de las semillas espirituales a la nueva Edad de Oro.

Por estos motivos trascendentales la Masonería está en el punto de mira de los agentes de las fuerzas contra-tradicionales y empieza a sentir sus embestidas; en concreto, queremos ahora recordar el ataque que sufrió una logia de Estambul la semana pasada.

Quisiera aportar en este trazado el fruto de algunas reflexiones, que ante todo me han conducido a abandonar toda una serie de prejuicios e ideas preconcebidas, abriéndose la posibilidad de una nueva perspectiva y lectura de la realidad, sobre todo en lo que atañe a la concreción en el mundo de Asiyah de la acción anti y contra-tradicional, que es del todo necesario que sepamos identificar con precisión. Y no quisiera dejar de pedir a los hermanos que cualquier error o punto de vista que se alejara de la doctrina me fuera señalado con aplomo.

Todos sabemos que nos hallamos al fin del Kali Yuga de este Manvántara, en el cual las energías más disolventes, oscuras y densas se extenderán hasta el límite de sus posibilidades y a tal punto que aparentemente vencerá la "abominación de la desolación", lo cual es ciertamente imposible, pues siendo el Espíritu indestructible, inafectado por cualquier contingencia, inviolable e inmutable por su propia naturaleza, tal abominación, que no es sino el estado más inferior de la ilusión cósmica desarrollado en toda su amplitud y potencia, tendrá una vida muy efímera y acabará inexorablemente siendo reabsorbido en la suprema Unidad de donde todo emana.

Pero nos interesa poder identificar y nombrar las formas que adoptan tales fuerzas disolutivas, que actualmente están avanzado a pasos gigantescos y ofreciendo señales evidentes del paso de la acción anti-tradicional a la contra-tradicional, con el fin de cumplir la alta misión que tenemos encomendada.

En este fin del ciclo, la civilización Occidental ha sido y es el principal agente de la labor anti-tradicional. El racionalismo y el cientificismo han reducido al ser humano a un individualismo asfixiante, que sólo le posibilita la toma de conciencia de su realidad corporal y de una psiqué cada vez más turbulenta. La idea del progreso indefinido y del materialismo han instaurado por doquier el reino de la multiplicidad y de la mecanicidad.

Al cortar el vínculo con el Principio Supremo y con toda influencia espiritual emanada de él, la mentalidad de los seres occidentales es cada vez más desviada, lo que los hace extremadamente vulnerables, desprotegidos y abiertos a influencias corrosivas, violentas y subversivas, es decir contra-tradicionales.

Para tal mentalidad ser es tener, ambición siempre insaciable. Se vive completamente aferrado a lo corporal, se intenta por todos los medios prolongar una vida muerta, y hasta incluso "crearla" artificialmente, o clonarla indefinidamente, con la imprescindible asistencia de la máquina.

El occidental ya no busca el aliento vivificador del Espíritu regenerador, sino que la fuente de energía para mantener su sistema es el petróleo, ese producto subterráneo fruto de la descomposición orgánica.

El oro negro es el motor de su civilización artificial y por ello lucha encarnizadamente para conseguir el dominio de las pocas reservas finitas que aún quedan en el planeta, incluso en los países donde su civilización es odiada. Ello tiene una simbólica profunda que aquí sólo podemos apuntar.

Pero lo cierto es que para tal conquista y posesión, Occidente aplica el despliegue de su maquinaria militar (con la que también ha comerciado y comercia, incluso con su enemigo, para aumentar el lucro), único recurso que le queda para defender su civilización.

Por otra parte, reconocemos que no hay ningún principio de orden superior que aglutine la sociedad y la cultura; no ya la ética interna, sino incluso la moral social y sus valores se están olvidando, y lo único que religa o separa momentáneamente a los hombres son las emociones o sentimientos y las siempre cambiantes pasiones.

Se ha abundado demasiado en el igualitarismo, la laicidad, la diversidad, el pluralismo, la especialización, etc., y ello ha derivado en una fragmentación, separación y divorcio que se hacen palmarios a todos los niveles, ya sea el territorial, institucional, político, social, familiar, etc., con el debilitamiento y pérdida de energías que ello comporta. Incluso la religión agoniza; muestra de ello es el integrismo que ha calado en algunos sectores, e igualmente la creencia en el dios dinero y el culto al cuerpo.

La aparente prepotencia occidental fundamentada en sus avances tecnológicos (que así como dan la vida, dan también la muerte) esconde en el fondo a seres desamparados y cada vez más aterrados por el miedo a perder lo único que conocen. Occidente está débil, enfermo, casi agonizante. Los atentados de Madrid y antes los de las Torres Gemelas han puesto en evidencia la extrema fragilidad del sistema y de sus habitantes.

Así, la contra-tradición ha encontrado el terreno llano para realizar su avance, y es un Islam tergiversado e invertido el agente a quien le ha tocado encarnar esta función. A diferencia de los occidentales, los pueblos islámicos se cubren con el disfraz del desvalido, del pobre oprimido que nada posee y que de forma miserable busca amparo en las tierras ricas y de progreso del primer mundo, pero su debilidad no es tal, ya que al encarnar las potentes fuerzas disolutivas, constituyen una entidad momentáneamente fuerte.

La ocupación territorial por sus seguidores de todo Occidente ha sido silenciosa, muy subterránea, y a día de hoy diremos que están perfectamente ubicados en el seno de nuestra sociedad. Tales energías subvertidas necesitaban de un soporte que conservara elementos tradicionales, para, aprovechándolos, invertirlos y hacer su parodia.

Hay signos ya muy evidentes de que en el seno de esta falsificación tradicional se ha constituido la "contra-jerarquía": los "santos de Satán", movidos por esas energías infrahumanas que encarnan, mueven los hilos de la tela de araña desde sus escondites.

Por un lado han ubicado a sus "contra-sacerdotes" (los imanes) tanto en sus territorios como en los ocupados, encomendándoles la labor de insuflar en la masa popular una "espiritualidad al revés" y alimentando el desapego de la individualidad en aras del sacrificio por un dios dual e invertido, de tal manera que una marea humana fanática de clones psíquicos está presta a alzarse al grito de llamada a la guerra santa. La base está a punto.

Simultáneamente existen numerosos centros de entrenamiento terrorista, donde se practica lo que podríamos llamar el arte militar al revés, de los que va surgiendo un ejército de sicarios que a modo de metástasis cancerosas se van infiltrando por todos los rincones del cuerpo de Occidente, y aprovechando la fuerza del enemigo (como hemos dicho antes, sus avances tecnológicos: aviones, trenes, teléfonos móviles, ordenadores, televisores, bombas...) están sembrando el caos y la confusión con ataques sobre la población, con lo que aumenta la perplejidad, el desconcierto y la incapacidad de reacción del occidental, al mismo tiempo que el odio hacia el enemigo, lo cual redunda en un aumento de la violencia y la destrucción.

Pero estos embates no son sólo indiscriminados. En tanto que energías invertidas, están ya buscando y atentando contra la única organización tradicional que queda en Occidente, la Masonería, y agrediéndola creen ilusoriamente oponerse al Espíritu.

Queridos hermanos, en esta batalla que se está cumpliendo simultáneamente en diversos mundos, encarnamos la llama de la Verdad en el corazón de Occidente, y constituimos una verdadera entidad espiritual, una Utopía, la única que puede emanar luz hasta el instante del fin-resurrección. Por tanto, es urgente el diseño de una estrategia dirigida por la diosa Inteligencia, que al tiempo que posibilite la salvaguarda del Secreto, filtre algunas señales para quien aún pueda comprender.

En dicha estrategia, la consigna "Todos para Uno" no implica una uniformidad en cuanto a la misión asignada a cada cual, sino más bien una distribución flexible de acciones o funciones, que se operarán en diversos planos, e incidirán sobre otros tantos ámbitos, pero alimentada siempre por la fuerza supranatural del "Uno para Todos".

En concreto, pensamos que es necesario saber identificar con precisión cada signo del avance de la contra-tradición, investigar sus pasos y aplicar la máxima de que "el perseguidor está siendo perseguido". Conociendo los males del mundo, reconocemos los ámbitos más inferiores de nosotros mismos, y venciéndolos desde arriba, podemos penetrar en otras regiones más esplendorosas.

Por otro lado es preciso extremar la prudencia y el silencio. Un venerable masón nos advirtió que con el acto violento del 11 de marzo una puerta se ha cerrado para la transmisión de la enseñanza. Asumir esto es hasta cierto punto doloroso, por cuanto supone aceptar un repliegue cada vez más literal; pero en aras de la preservación, el secreto se hace necesario.

También como estrategas aliados con las huestes celestes, no subestimamos la fuerza del enemigo, mas al identificarnos con aquélla que trasciende toda oposición y dualidad nos revestimos de un poder indestructible. En este sentido, proponemos que como conocedores de la magia y la teúrgia pudiésemos practicar todos juntos la unión íntima con los dioses y con el punto eterno que no está en ningún lugar, de manera sincronizada, no sólo en las tenidas, sino cada día, en una misma hora, reforzando así los lazos invisibles que religan a los habitantes de la Ciudad Celeste o la Iglesia Secreta.

 


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